La mayoría de personas cree que confiar requiere hacer muchas cosas.
Visualizar cosas positivas.
Decirte cosas positivas.
Hacer cosas positivas.
Pensar más, básicamente.
Y aunque esas acciones – a veces – pueden ayudarnos a crecer y fortalecer nuestro carácter…
… la esencia de confiar parece estar en otra forma de relacionarte con tu experiencia.
Hace años, cuando mi hermana y yo empezamos a escribir un artículo diario, nos sentíamos inseguros ante la generación de ideas nuevas.
“¡Dios mío, un artículo AL DÍA… pero Y SI no me surgen buenas ideas… aaahhhh!”, nos decíamos.
Cuanto más intentábamos conseguir una nueva idea, menos ideas creativas surgían.
Todo resultaba más de lo mismo. Aburrido, gris, pereza. Cero atractivo. Igualmente terminaba surgiendo una idea decente, pero con un coste -> estrés y agotamiento.
Un día fuimos por una nueva ruta contra-intuitiva:
«Hoy voy a dejar que una buena idea me llegue por sí sola, cuando sea. CONFÍO en que algo decente aparecerá en mi mente»
Cada mañana, cuando me surge la duda sobre qué escribir, automáticamente pienso -> confía, algo surgirá
La gente confiada piensa menos y suele dejar que el barco avance con el viento.
La gente que «insegura» piensa mucho más y ansía el control totalitario remando a mano como locos.
Prepararse, planear y practicar es importante… pero el núcleo, la esencia, el santo grial de la confianza…
… está en confiar en tu capacidad innata de creatividad.
“Ya, pero… y si… y si…y si…”
¡Cállate y confía!
Si pasa X, algo aprenderás, porque estás diseñado para digerir, comprender y crear.
Deja de añadir más interferencias al proceso.
Cuanto más ruido mental añades, menos puedes escuchar las ideas frescas aparecer.
Confía en que llegará algo útil, cuando llegue.
Suelta los remos de vez en cuando.
Un abrazo,
Íñigo Lacasa