Hay un patrón debilitante en el que hemos caído muchos.
Sucede lo siguiente:
Empiezas a despertar del miedo.
Acumulas cierta confianza.
Vuelves a soñar con ilusión.
Pero de repente, un día, sientes otra vez miedo, frustración y/o tristeza.
Entonces conviertes un inocente desvío mental, que podría haber durado unas horas, o unos pocos días… en un ¡Mega Drama Monumental! digno de Hollywood.
Agarras una emoción momentánea de “temor”, y en lugar de darte permiso para notarla fluyendo, sin darle más vueltas a un proceso natural y humano… te pones a “etiquetarla” con nombres abstractos tipo “recaída” o “depresión”. Nombres que no sirven de nada. Solo sirven para que los psiquiatras se pongan de acuerdo en tu paz-tilla ideal.
El problema es que esas etiquetas (ej: “la depresión” o «la recaída») lo que hacen es congelar psicológicamente un proceso que está vivo, en constante cambio. Tu lenguaje congela la realidad. Pero la realidad, cuando aprendemos a ver, parece estar en movimiento continuo. Emoción significa “e-moción”, es decir, energía en movimiento. Cuando le impones un nombre abstracto a ese proceso, caes en el malentendido de creer que estás “detenido” en un “infierno eterno”. Pero eso solo son metáforas.
Prueba a simplemente sentir movimientos corporales.
Sin ponerles nombrecitos macabros.
Sin engancharte al drama.
Despierta.
Reconoce que estabas viendo una película malísima.
Cambia de canal.
O mejor aún -> deja de ver tele-basura.
Deja de castigarte por tu humanidad.
Elige focalizarte, una vez más, en lo que SÍ quieres… SÍ te funciona… SÍ te gusta de ti.
Y continúa tu evolución.
No le des más vueltas.
Íñigo