¿De verdad sufrías así?
Eso me preguntó mi madre la primera vez que escuchó mi historia.
Ella no quería reconocerlo (al menos eso parecía).
Percibí cierta culpabilidad en su tono de voz. Incluso algo de vergüenza por el clásico «qué pensaráaan».
«Madre… si yo te contara… conoces muy poco… no quería preocuparte».
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Mira, está genial desahogarte con gente de confianza (familia, amigos)
Pero eso no te dará confianza.
Al menos a largo plazo.
Es fundamental construir vínculos e intimidad con gente buena. Para apoyarte en ellos y confesarles tus basuritas. Pero si únicamente te quedas ahí… lo único que harás será contagiarles tu drama (y eso suele alejar con fuerza a la gente que ha luchado por conseguir su éxito interno y externo… porque ahora no van a permitir que nadie les contamine, por muy buena persona que sea).
Cuando me di cuenta de que mi familia y amigos no tenían los poderes que yo quería, fui en otra dirección.
No es que me alejara de ellos.
Bueno, un poco.
De algunos incluso bastante.
De otros, totalmente. Porque no sólo les contaminaba yo. Andar con ellos también era la razón de mi contagio.
Necesitaba ESPACIO.
Espacio para pensar, diseñar objetivos y entrenar mi mente.
Salirme de mi Matriz social plagada de condicionamientos pro-sufrimiento.
Cogí la mochila y me escapé varias temporadas.
India.
Costa Rica.
Estados Unidos.
Indonesia.
México.
Buscando humanos con poder.
Pero no un poder superficial, vanidoso, corrupto.
No, no.
Me refiero al poder interno.
La capacidad de transformar creencias, emociones, comportamientos.
La capacidad de hacerse respetar, protegiendo tu energía de sabandijas succionadoras.
La capacidad de conectar y aportar valor a otros humanos con éxito.
Entonces fui encontrando gente mágica.
Verdaderos Maestros.
Siempre estuve convencido de que había gente así.
Gente con habilidades cuerpo<>mente para despertar tu poder interno.
Y como siempre fui un sabueso hambriento, después de muchos años de intentos y fracasos, encontré a un pequeño grupo de fueras de serie.
Tipos como Wyatt Woodsmall, Eben Pagan, Joergen Rasmussen, Luis Bueno, Omar Fuentes, Mantak Chia, Ken Wilber, Carlos Castaneda, Michael L Hall (y un largo etc de genios del comportamiento que me han cambiado la vida).
Lo que pasó fue lo siguiente:
Empecé a cambiar.
Poco a poco.
Un miedo. Un hábito. Una relación.
Épocas mejores… épocas peores.
Pero insistiendo – una y otra vez – en el camino del conocimiento.
Y después de acumular varios cambios, algo se despertó en mi.
No fueron unos fuegos artificiales gigantes.
Fue algo sutil, tranquilo.
Una humilde paz.
Un descanso de tanto intento, tanta lucha, tanta frustración.
Entonces se empezó a re-configurar toda mi vida.
Todas mis relaciones «contagiosas» se fueron quedando atrás.
Todas mis relaciones «curativas» se quedaron delante. A mi lado.
Y, te sonará simplón…
… pero lo más revolucionario que viví es simplemente volver a ser YO.
Una vida normal, relajada, sin más.
Sin mansiones, eventos cool, jets privados, ni nada de lo que suele vender la Ley del Atracón (de la Atracción, perdona… o más bien debería llamarse La Ley de Tomar Acción).
Mi nueva vida era incluso aburrida para el típico hiperactivo obseso del éxito.
Un paseo al parque.
Pasarme el día en casa, creando audios, estudiando, construyendo mis webs.
Disfrutando de mi introversia, sin obligarme a ir a planes deprimentes con gente que en el fondo me caía mal.
A lo que voy:
Menos energía intentando hacer que nos entiendan. Porque nadie va a entender realmente lo jodido que estás o que has estado. Y además, la empatía no te dará confianza a largo plazo.
Apóyate en tus vínculos. Claro.
Pero mucho más crucial:
Busca humanos con poder.
Los hay, créeme.
Aunque ten cuidado. Porque no todos son buena gente. Hay gente oscura ahí fuera (puede que incluso tú también hayas tenido percances con alguno)
Como sabueso hambriento, debes aprender a olfatear a los gurús, coaches, psicólogos, terapeutas, etc.
La experiencia te irá dando mejor olfato. Confía.
Hasta que encuentres a 3-5 mentores con auténtico poder.
Y a medida que vayas encontrándolos, déjate la piel.
Practica, entrena, implementa y formula preguntas de calidad.
Haz eso y estoy convencido de que darás un salto de conciencia sin vuelta atrás. Un salto de confianza y paz que ahora ni puedes contemplar.
Si quieres aprender mi síntesis personal basada en la experiencia (además de la síntesis de mi hermana, basada en su experiencia), puedes entrenar tu mente con nosotros aquí debajo.
Íñigo Lacasa