El Amor.
Antes lo reducía a cosas como abrazar, escuchar, hablar con cariño, etc.
Pero cuando nos adentramos más profundo…
… reconocemos algo no tan obvio.
Vamos más allá de las exaltaciones de la amistad.
De los emotíconos de corazones.
De las frases bonitas.
Y conectamos con algo cero romántico, dramático o cursi.
Conectamos con una Verdad que simplemente presencia, contempla, permite.
Algo que no está ni dentro ni fuera de ti.
Sino dentro Y fuera.
Algo que está en Todo.
Nunca podremos entenderlo a nivel racional.
Le podemos poner nombres, recetas y trucos. Unas veces funcionan para ayudarnos a ligeramente palparlo. Otras muchas generan interferencias que solo alimentan la Burbuja del Parloteo.
Antaño, al reconocer que la enseñanza más elevada era el Amor, porque mis mentores más poderosos lo mencionaban y lo transmitían de diferentes formas, me pregunté “cómo hacerlo”.
Pero más tarde vi que no había fórmulas.
Solo una intención.
Y la intención no se puede convertir en “afirmaciones positivas” ni “visualizaciones creativas”.
La intención de Amar solo pretende experimentar la experiencia.
Solo pretende Notar, Escuchar y Observar.
Sin objetivos concretos.
Sin agendas ocultas.
Sin intentar encajarlo.
Solo quiere Amar.
Punto.
A veces toma formas más obvias. Como una caricia, un abrazo, un gesto amable.
Aunque otras veces puede manifestarse como una bofetada verbal. Y esa bofetada, no es la típica experiencia odiosa que se siente tensa, triste y vergonzosa. Si te has abierto a ir más allá del juicio… se siente abierta, relajada y amorosa.
Merece la pena conectar con esa intención pura de ir más allá, para reconocer cómo el Amor está en todos lados, si aprendemos a percibir desde otro lugar.
La vida te ama.
Fíjate.
Íñigo