¿Sabes aburrirte?
¡Estímulo, estímulo, estímulo!
El mal nos quiere seducir, fíjate:
Bj Fogg, autor de «Hábitos Mínimos» (parece que ya se ha reformado el tipo) hace años creó un laboratorio en la universidad de Stanford llamado «Tecnologías Persuasivas», donde enseñaba cómo usar la ciencia del comportamiento para crear aplicaciones que te engancharan compulsivamente (ahí nació Instagram, ¿lo sabías?).
Es repugnante.
Bueno, es lo que hay.
¿Tú qué haces? Cuéntame.
La realidad es que atentan con nuestra dopamina contratando a los mejores ingenieros del planeta.
¿Te crees que eres más inteligente que ellos?
La trampa no es obvia:
Al principio parece algo inocente y placentero…
… no sientes los efectos adversos de ver gatitos tiernos…
… hasta que pasan unas horas, días, meses…
… y estás tan anestesiado que ni te das cuenta.
Te sientes gordo, deprimido, pobre, ansioso, fracasado, agotado.
¿Qué haces para solventar esos sentimientos?
¡Estímulo, estímulo, estímulo!
Llega el lunes, estás destrozado.
Hay una solución.
No te va a gustar.
Tu mente chimpancé va a decir que «vaya pereza, vaya tontería, vaya usted a la nevera a por algo delicioso y siga tapando este malestar por favor se lo suplico no haga caso a ese imbécil».
Pero no…
Tú deseas de corazón una mente LIMPIA.
Porque algo te está oliendo mal.
Estás harto de no tener un mínimo de concentración para disfrutar de un libro, un paseo, una conversación de calidad (y no hablemos de la concentración necesaria para no vivir angustiado por esos pensamientos y sensaciones tapados tanto tiempo con estímulos, estímulos, estímulos).
Por eso decides abrir tu mente y experimentar-algo-nuevo.
¿Quieres construir una mente limpia, concentrada y satisfecha?
Entonces, sólo necesitas aprender a aburrirte.
Espera: no te vayas, no seas chimpancé, tenme paciencia.
Tu cerebro no está diseñado para estar continuamente estimulado. Necesita espacios abiertos de NADA para poder funcionar de manera óptima. Si no haces eso, tu neurología termina disparándose a tal punto que genera todo tipo de problemas psico-somáticos limitantes.
Tu cerebro te está suplicando que lo renueves, pero de verdad.
Cuando digo NADA me refiero a NADA.
Ver instagram no es hacer «nada».
Ver youtube no es hacer «nada».
Ver una serie no es hacer «nada».
Aquí llega la técnica Zen milenaria:
Mirar a una pared SÍ es hacer nada.
«¿Estás loco, Íñigo?»
Obviamente. La cordura es de tristes.
En serio:
Te reto a que lo experimentes esta semana:
1. Descarga una aplicación como Freedom.to y bloquéate -al menos a ciertas horas- toda la morralla de aplicaciones y webs «sociales» y de entretenimiento.
2. Haz 2 descansos al día (define bien la hora y ponte una alarma en el teléfono para asegurarte que no lo olvidas) para descansar 10 minutos mirando a una pared, sin teléfono, sin música, sin hablar. Simplemente te sientas en un sillón o sofá, con al espalda recta, y miras a una pared lisa.
10 min sin hacer NADA.
Si necesitas que te lo venda más, yo te lo vendo, por tu bien:
Esta práctica Zen -en tal sólo 10 min- asegura que tu cerebro pueda renovarse profundamente para evitar vivir continuamente en picos de placer vacío seguidos de picos depresivos.
Imagina un fin de semana de fiesta en tu casa, donde todo ha terminado sucio, desordenado y maloliente. Esta técnica Zen de mirar a una pared se termina sintiendo como cuando limpias a fondo tu casa… cuando te esfuerzas por dejarla impecable… y al terminar te sientes por dentro…
… LIMPIO.
Tú sabes cómo es cuando tu mente se siente «limpia».
La realidad es que, si no renuevas de verdad tu cerebro a diario, deberás aceptar la «angustia agotadora» como estilo de vida.
El aburrimiento Zen es la vía.
Al principio pica un pico. Se siente raro. Pero… si te atreves a probar el experimento, luego te darás cuenta de que sólo era tu mente chimpancé plagando la experiencia de etiquetas inútiles.
Experiméntalo, ya verás.
10 min sin hacer NADA.
2 veces al día.
Mirando a una pared.
Lo sé, no es fácil al principio.
Pero lo fácil no liberó a ningún esclavo.
Lo fácil nos va a matar como sigamos así.
Además, si quieres un empuje extra, claro, en mi newsletter diario, aquí debajo.
Íñigo Lacasa.