Ayer me volví loco.
Intenté algo nada raro:
Me puse a buscar a mi «niño interior».
Estuve un buen rato, eh.
Me podías ver por toda mi casa… abriendo cajones, armarios, puertas. Con los ojos abiertos, con los ojos cerrados. Gritando como un loco «¡¡¡Íñigo dónde estás, por favor vuelve a casa, tenemos que hablar de nuestra infancia!!!»
Te juro que miré bien a fondo.
Pero no encontré a «mi niño» por ningún lado.
Entonces, cansado de buscar, seguí buscando.
Esta vez mi misión era encontrar a «mi auto-estima».
Te juro que me pasé un buen rato buscándola.
Nada. Tampoco la encontré por ningún lado.
Hasta que de repente…
… contemplé algo que poca gente llega a ver.
Inmerso en mi experiencia sensorial… observando las imágenes… escuchando los sonidos… notando el sentir moviéndose… lo entedí más claro aún.
No existen.
El «niño interior» y la «auto-estima» no existen en el nivel de la experiencia.
Sólo son imágenes/palabras.
Cuando entiendes eso (de verdad) empiezas a sentir un alivio real.
Porque ya no tienes que estar todo el día educando, mimando y confortando a un amigo imaginario.
Ya no tienes que estar gestionando, protegiendo y construyendo una supuesta auto-estima.
Por fin puedes Ser y punto.
Sin etiquetas bizarras.
Sin humanoides inventados.
Nota:
Las teorías psicológicas están muy bien. Hay a gente que les gusta y funciona elaborar esas historias complejas que requieren años de vomitonas verborreicas.
Yo prefiero lo ultra-pragmático.
Trabajar de forma más directa, en el nivel de la experiencia sensorial.
En el nivel lo que ahora mismo estás viendo, oyendo y sintiendo.
No lo hipotético y teórico.
Sino lo empírico y práctico.
Eso es lo que enseño aquí debajo, en mi newsletter.
Íñigo Lacasa